A Mercedes le diagnosticaron cuando tenía 21 años sendos tumores en los dos ovarios, lo que requirió que se los extirparan. Pero ni ella ni los médicos querían aceptar que la mujer se viese obligada a renunciar a tener hijos, por lo que decidieron extraer una parte de tejido ovárico sano, congelarlo y almacenarlo en el Banco de Sangre y Tejidos. Cuando, una década después, ella y su pareja quisieron alumbrar un bebé, los médicos recurrieron a ese tejido. “Realizamos unas incisiones a ambos lados del útero y llenamos esos bolsillos con el tejido ovárico descongelado”, ha explicado Justo Callejo, jefe clínico del Servicio de Ginecología y Obstetricia del hospital.
La técnica que emplearon los médicos no es nueva, aunque sí introdujeron una mejora: incorporar al tejido los denominados “factores de crecimiento”, preparados a partir de la sangre de Mercedes para favorecer la irrigación. “El tejido sufre mucho una vez implantado, está malnutrido. El objetivo es minimizar ese sufrimiento”, ha relatado Callejo. Mercedes tardó cuatro meses en recuperar los niveles hormonales normales y, al mes siguiente, tuvo su primera menstruación espontánea. Ya se podía iniciar el proceso de fecundación in vitro para obtener un embrión y transferirlo al útero.
(Mercedes, una mujer de 31 años a quien le extirparon los ovarios debido a un tumor, junto a su hijo Lucas.) |
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