
Los médicos que le atendieron en urgencias afirmaron que se trataba de una convulsión causada por la fiebre. Durante la noche, volvió a sufrir un ataque.
Semanas después, los ataques comenzaron a ser diarios y le diagnosticaron epilepsia.
Spike comenzó a probar medicamentos y tratamientos para controlar las convulsiones, pero ninguno tuvo éxito.
Los ataques comenzaron a ser insoportables. Spike llegó a sufrir entre 70 y 100 ataques en un día. Finalmente, los médicos de una clínica especializada en Cleveland concluyeron que el pequeño era un candidato perfecto para la cirugía cerebral.
El niño se sometió a una operación que consistía en dejar el lóbulo frontal derecho de su cerebro anulado, parte que controla la capacidad de atención y su función ejecutiva.
El pequeño tuvo su último ataque el 9 de noviembre de 2011, justo el día antes de su operación, y no ha vuelto a sufrir convulsiones.
Hoy en día el niño de siete años curandose de su emfermedad, se ha convertido en un niño completamente normal.
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