La recesión actual es más dañina para el mercado laboral que la de 2009.
El año pasado, por cada punto perdido de PIB se destruyeron 531.000 trabajos.
Hace cuatro años se trituraron 1,2 millones de empleos, en 2012 han sido 850.000. En cambio, mientras en 2009 la economía española cayó a una media del 3,7%, el año pasado lo hizo al 1,3%. Lo mismo sucede si el foco se centra solo en los asalariados, el colectivo al que afecta la reforma laboral: en el peor trimestre de la Gran Recesión la caída llegó a 406.000 empleos por cada punto que se perdía de PIB; ahora, en el trimestre menos malo el trompazo ha sido de 531.000 por punto de PIB. La diferencia se agudiza cuando la comparación se realiza teniendo en cuenta solo a los asalariados que tienen trabajo fijo.
La reforma laboral tenía por misión corregir un mal endémico de España: la gran cantidad de empleo que destruye cada vez que llega una recesión. Para eso facilitó a las empresas bajadas de sueldo unilaterales, traslados o reducciones de jornada. Se pretendía que esa, la llamada flexibilidad interna, fuera la primera opción ante los problemas económicos. Pero en la misma ley se facilitó y abarató el despido. “Este tipo de reformas tienen que hacerse en época de crecimiento. Entonces se crea empleo. Ahora su efecto inmediato es más destrucción, aunque a medio plazo tendrá efectos positivos”, analiza Juan José Dolado, profesor de Economía de la Universidad Carlos III, partidario de profundos cambios en la legislación laboral.
“Puedo estar de acuerdo con algunos elementos de la reforma, pero desde luego no con el momento en que se aplicó”, añade Jesús Cruz Villalón, catedrático de Derecho Laboral. “Las reformas laborales tienen que acompañar al ciclo económico y puede hacer más suave o más intensa la destrucción de empleo. Y esta la ha hecho más intensa”, añade.
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